Se lumen proferre
- Gerardo Elizalde
- 18 feb 2019
- 5 Min. de lectura
Lo paradójico, lo irónico, lo surreal y lo contradictorio, son conceptos que suelen habitar en el mismo campo semántico, siendo usados en ocasiones incluso como sinónimos; para fines del presente, vamos a suponer que todos se refieren a una acción o declaración cuya intención es opuesta al estado o discurso de donde lo primero proviene: en este sentido, paradójico es que un nutriólogo sea obeso, irónico es que ese nutriólogo se apellide Delgado, surreal que todos en su familia sean nutriólogos y, a su vez, padezcan del mismo sobrepeso y contradictorio es que el licenciado Delgado juzgue a sus pacientes por su índice de masa corporal.
“Candil en la calle, oscuridad en la casa” es un conocido dicho que engloba coloquialmente tales acepciones; esto es, que cuando en el exterior se promueve un cierto discurso específico, en un nivel interior se mantiene relegado o, simplemente, nulo. En el ámbito social, se dan –más de las que se quisieran aceptar– situaciones de este tipo, esto es, que en un lugar en donde se defiende a la actriz Yalitza Aparicio ante los embates racistas de ciertos sectores, el ciudadano común poco hace por destruir el resto de las concepciones estéticas de perspectiva eurocéntrica.
Es, empero, complicado desentenderse de las luminarias europeas; la sociedad mexicana, cabe mencionar, tiene más bases materiales en ésta que en sus cuasi extintas civilizaciones mesoamericanas, por lo tanto, la búsqueda de la aprobación del caucásico al otro lado del Atlántico no es materia de exclusivo interés para el mundo del espectáculo audiovisual –como el caso de la actriz del filme “Roma” –, sino a su vez, para el mundo del espectáculo multisensorial conocido por algunos osados como el de la “arquitectura”, y para analizar este apartado, se colocará un visor especial en la ciudad de Aguascalientes.
Esta es una creciente urbe cuyos fenómenos han llamado la atención de sus autoridades, quienes se han proclamado preocupadas y en la disposición de encontrar resoluciones; la conformación del Instituto Municipal de Planeación de Aguascalientes ha propiciado la generación de una serie de propuestas y/o alternativas para el acelerado crecimiento de la zona urbana y, tan sólo el año pasado, se hizo acreedora del primer lugar en el Programa de Administración Sustentable 2018, gracias a –según sus propias redes sociales– “las acciones y el compromiso generado para dar cumplimiento a los criterios que establece y que permite impulsar acciones en favor del medio ambiente”; o los discursos son vacuos o los programas mera escenografía.
En los últimos años, el municipio de Aguascalientes ha entrado en casos de extrema polémica que ha enfrentado a la clase política con ciertos sectores de la sociedad; dos episodios en concreto fueron la punta de lanza de una lucha que podrían enmarcarse en una dualidad ambiental-social.
El primero fue la decisión de destruir parcialmente un centro acuático y deportivo conocido como el “Balneario Ojocaliente” para erigir el centro comercial que finalmente fue bautizado como “Espacio” lo que parecería una discreta mofa a la oposición que fehacientemente se proclamó contra el ecocidio inherente a la sustitución descrita. Decenas de árboles fueron talados para poder colocar la plancha de asfalto en donde ahora se amontonan los vehículos de los consumidores.
El segundo episodio fue marcado por la promesa de no deforestación del camellón de la avenida Universidad para la construcción de cierta infraestructura vehicular denominada como “paso a desnivel”; la indignación de la sociedad civil estalló cuando, una mañana, los vecinos despertaron con un desértico panorama.
Ambos casos forjaron en la sociedad civil un interés peculiar por hacer respetar el poco contexto urbano que goza de áreas verdes en una región tan árida como la de Aguascalientes, y no poca ha sido la participación en los siguientes escenarios que sucedieron, a saber; otro paso a desnivel, otro centro comercial y dos desarrollos inmobiliarios. El objetivo del presente texto se enfoca más en los últimos dos, sin embargo, baste mencionar que, en el caso de
l centro comercial, decenas de mezquites fueron talados por los desarrolladores aún sin gozar con todos los permisos necesarios. En lo que respecta al paso a desnivel, la situación escaló a niveles de represión gubernamental en su modalidad de uso excesivo de la fuerza contra quienes allí se manifestaban. Pero como en las primeras líneas se prometió ironía –y aún no se ha olvidado tal promesa–, se hablará de “la oscuridad en la casa”.
Los dos últimos se encontraron en la mira constante tanto de la sociedad civil como del capital inmobiliario; uno de ellos, contemplaba la construcción de aproximadamente 10 mil viviendas en un condominio horizontal en la periferia sur de la ciudad, otro contempla la destrucción parcial de lo que fuera una reserva especial conocida como “La Pona”.
La resolución para el primer caso parece haber terminado en una demanda contra el municipio por parte de la urbanizadora al habérsele “negado la renovación de constancia urbanística”. Si la presión por parte de los grupos ambientalistas influenció en tal deliberación no es comprobable, en cambio, lo que sí es seguro y tácito, es la imposibilidad de las autoridades para frenar el símil urbanístico pensado en “La Pona”, ya que de las 30 hectáreas que conforman el terreno en disputa, sólo 10 se han declarado área protegida, es decir, el Estado no puede intervenir en lo que respecta a la urbanización en el 60% restante.

La oscuridad que se cierne sobre la ciudad hidrocálida radica en este tipo de decisiones que son consecuencia directa de la nulidad en las políticas públicas que poco hacen en el tema del desarrollo del objeto urbano-arquitectónico, y la falsa luz –que evidencia la ironía– no es más que la recepción con bombo y platillo de un grupo de arquitectos locales que resultaron acreedores de uno de los primeros lugares otorgados por un concurso de vivienda colectiva llevado a cabo por la Federación Rusa; la propia Universidad Autónoma de Aguascalientes, incluso, presume a sus vástagos en todos los medios, como un logro de su compromiso con la creación de profesionales competentes a nivel internacional, y quien suscribe, como egresado de la misma, no puede mas que manifestar una honesta congratulación a los indudablemente talentosos colegas.
Sin embargo, este luminoso candil parece sólo alumbrar en la tierra que vio nacer a Lenin y a María Sharapova, y deja en una penumbra ideológica a la ciudad en cuestión. ¿Cómo osan estas instituciones alabar estas ceremonias mientras permanecen de brazos cruzados ante los embates del capital inmobiliario? ¿Con qué autoridad moral una figura del Estado aplaude soluciones de vivienda social y colectiva usando manos manchadas de represión?
Es decir, que un sector de la sociedad civil arriesgue su integridad física por salvaguardar una zona que el propio Estado jura defender, es paradójico; que ese mismo Estado levante galardones de “sustentabilidad” sobre los cadáveres de árboles talados es irónico; que los profesionistas e investigadores aguascalentenses tengan que salir al extranjero para expresar sus inquietudes en materia de vivienda a otro país –que en una comparativa directa, poco adolece de tales problemáticas– es surreal; y si, que la sociedad civil se manifieste en contra de estas decisiones sin cuestionar en absoluto sus hábitos de consumo en cuanto el objeto urbano-arquitectónico, es contradictorio.
Las declaraciones racistas en contra de la actriz oaxaqueña y las posteriores respuestas de apoyo encuentran un reflejo con los ecocidios constantes dentro de las urbes mexicanas, con la diferencia de que, como reacción, sólo se encuentran discursos vacíos de una luz que dice proyectarse; y si, se proyecta, pero no es aquí donde ilumina.
NOTA: Se lumen proferre es el lema en latín de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, que quiere decir "Proyectarse la luz"
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